ENERO, 11, 2018. El espacio, vasto y frío, está vacio. Al menos eso es lo que pensamos. Porque, en realidad, el espacio sideral no está tan muerto como pensamos. ¿Creerías si te dijera que en realidad huele a almendras amargas?
Bueno, no en sí el espacio. Y desde luego, no todo. Pero podemos asegurar que hay una enorme nube, a unos 450 años luz de aquí, que contiene casi la misma masa de nuestro Sol, que tiene un intenso olor a almendras.
Una nube molecular en Tauro
Miremos hacia el cielo. En concreto, a la constelación de Tauro. ¿Lo ves? ¡Sí, es una nube oscura y alargada! Desde aquí se ve pequeñita, pero en realidad es enorme. Es lo que se conoce como la nube molecular 1 de Tauro. Esto es así, porque es una nube de gas molecular, propia de una galaxia en su etapa “adolescente”.
Y como ocurre a casi todas las galaxias en la pubertad, esta gran nube de gas es un indicativo de que todavía se están formando nuevas estrellas en su interior. Pero, ¿qué tiene que ver esto con las almendras amargas? En realidad, hace tiempo que se estudia con detenimiento la composición de esta nube.
Al fin y al cabo, a pesar de la enorme cantidad de material que contiene, es una nube molecular extraordinariamente fría. Y está constituida por moléculas cuya composición es carbono, nitrógeno e hidrógeno. De hecho, son moléculas complejas, como ya sabíamos, de caracter orgánico. Y ahora, además, sabemos a qué huelen.
La gran nariz espacial
Y es que, por primera vez, hemos conseguido oler mediante espectroscopía de radio, una molécula concreta en esta nube de Tauro: el benzonitrilo. Esta es una molécula aromática muy presente en la nube de esta constelación y que, como ya imaginas, huele a almendras.
El benzonitrilo o cianobenceno, se obtiene en la Tierra deshidratando benzamida o mediante la reacción entre el cianuro de sodio y bromobenceno. Este olor está asociado a las moléculas aromáticas relacionadas con el cianuro.
Y ahora, la molécula arroja luz sobre la composición del medio interestelar. Un material que eventualmente, se incorporará en nuevas estrellas y planetas.
Las moléculas orgánicas con un anillo hexagonal de átomos de carbono, como el benzonitrilo, y que son conocidas como moléculas aromáticas, abundan por todo el universo. Lo sabemos porque estas sustancias emiten un espectro característico en el infrarrojo, observado en muchos entornos espaciales.
Pero, para identificar con precisión qué moléculas aromáticas están presentes, hace falta algo más de precisión, para lo que se emplea comúnmente, la espectroscopía de radio.
Así, los invetigadores usaron un método conocido como apilamento espectral, con el que buscaron la “firma” del benzonitrilo como si de una nariz estelar tratara de recordar un olor ya conocido.
¿Cómo huele el espacio?
En realidad, aunque vacío, es curioso ver cómo los austronautas y turistas espaciales afirman que el olor del espacio es algo que no se les va a olvidar jamás. Aunque este olor varía mucho de unos a otros visitantes.
Así, desde “una mezcla de nueces y discos de freno”, hasta el “ozono y la pólvora”, pasando por las almendras tostadas, el espacio puede oler a muchas cosas distintas.
Pero claro, de lo que hablamos en realidad, es de los olores asociados a los espacios dedicados a los humanos y sus componentes. Probablemente, si tuviéramos la oportunidad de ofaterar una enorme nube de gas como la de Tauro sin perder la nariz, ¿cómo sería la experiencia? Y más aún: ¿para qué queremos saberlo?
“Guarderías” de planetas
Estudiar la composición de las moléculas orgánicas en el espacio es clave para entender la complejidad molecular en los discos protoplanetarios que rodean a las estrellas jóvenes, entre otras aplicaciones. Estos discos son auténticas “guarderías” de planetas. Comprender mejor el polvo desde el que se formarán nos ayuda a comprender mejor el origen de todo lo que nos rodea, independientemente de cómo huela.
FUENTE: HIPERTEXTUAL