Es el 29 de julio de 1948 y estamos ya en Londres. Su Majestad el rey Jorge VI inaugura los XIV Juegos Olímpicos y las actividades se van desarrollando, llenas de entusiasmo, de colorido, de alegría, que tanta falta hacen a todos después de las penurias de la guerra. Las competencias ecuestres no están entre las primeras fechas y para los jinetes mexicanos la espera es difícil de soportar. Pero por fin el 8 de agosto el sol brilla para ellos.
El equipo lo integran Rubén Uriza, Raúl Campero, Alberto Valdés, Víctor Manuel Saucedo, Joaquín Solano Chagoya, apoyados por su veterinario Federico “el Pollo” Franco. Y claro, Humberto Mariles. Todos son militares.
Mariles, Campero y Solano Chagoya se llevan la medalla de bronce por equipos en la Prueba de Tres Días, como se llama comúnmente al Concurso Completo de Equitación. La prueba es muy dura y se verifica en tres días consecutivos, cubriendo las disciplinas de adiestramiento, recorrido con obstáculos rústicos a campo traviesa y finalmente, salto de obstáculos en pista. La prueba es agotadora tanto para caballos como para jinetes. Los mexicanos son superados sólo por los estadounidenses y los suecos. Están satisfechos, pero han venido por más.
El 14 de agosto la Olimpíada está por terminar. La última prueba antes de la ceremonia de clausura es la de salto de obstáculos, la tradicional Gran Copa de las Naciones. Se premia a los tres primeros lugares individuales y por equipos. Es quizá la prueba más vistosa y emocionante de los juegos y para el público inglés, tan amante de los caballos, es sin duda la más importante. El estadio de Wembley está a reventar, cerca de 80 mil espectadores. (Se los cuento como lo relata otro competidor olímpico, el argentino Comandante Juan M. Romero Blanch).
El recorrido es duro, muy difícil. Consta de 16 obstáculos, pero con 19 saltos en total, pues hay un doble y un triple y una ría, es decir, un foso con agua, de casi 5 metros de ancho. Pero es la combinación de obstáculos, y las distancias entre ellos, -por no hablar de la altura y anchura de las vallas- lo que añade grados de dificultad muy grande. El sorteo decide el orden de entrada de cada país y el jefe de cada equipo decide el orden de los suyos. A los mexicanos les toca al final.
La prueba empieza, son 44 competidores. Los franceses son los favoritos; luego Italia, España. ¿Y México? Han pasado más de 20 jinetes y el francés d’Orgeix va en primer lugar, empatado con el coronel Wing, de los Estados Unidos; ambos con 8 faltas, pues cada derribe significa 4 puntos malos. La pista no está nada fácil; muchos de los súper-favoritos han quedado eliminados, como el capitán francés Maupeou, o el propio teniente d’Inzeo. Otros de los grandes campeones, como el capitán Fresson de Francia o el conde Bettoni, un veterano de las pistas, terminan con malos resultados. El mexicano Alberto Valdés pasa con 20 puntos malos; su caballo, Chihuahua, derriba cinco vallas. México va en tercer lugar por equipos, atrás de Suecia y de Gran Bretaña. Le toca a Rubén Uriza, montando Hatuey, quien termina con sólo 8 faltas, demostrando que está entre los mejores y que su caballo, aunque pequeño, es un verdadero guerrero. La competencia es cerrada; el comandante Cruz, de España, lleva sólo 12 puntos y hay varios otros jinetes con 16 faltas. Como ha habido eliminaciones, al quedar fuera un jinete, ocurre lo mismo con todo su equipo, quedando en la pelea sólo como individuales sus otros integrantes. Es el caso de d’Orgeix. México ahora va a la cabeza por equipos.
El último jinete de la competencia es Humberto Mariles. Tiene elementos en su favor y en su contra. El sol ha ido cayendo y ahora se proyectan largas sombras sobre algunos obstáculos. Arete, con su único ojo bueno, va a tener que esforzarse al máximo para medir bien las distancias, pero la pierna firme de Mariles no lo dejará equivocarse. El piso está muy maltratado por el fuerte galopar de tantos caballos. Hay sitios donde la tierra se ha vuelto lodo y, aunque han echado arena, los caballos se sienten inseguros al pisar y rehúsan. En el obstáculo número cinco le ha pasado eso a varios. Pero Mariles se ha estado fijando en todo y precisamente el hecho de ser el último jinete le permite evaluar bien la situación. Sabe que tiene que vencer a Wing, a d’Orgeix y a su propio compañero Uriza y para eso hay que no cometer faltas. Pero le preocupa la ría. Arete no es bueno para los obstáculos de agua y para librarlo, va a tener que alargar mucho el tranco, corriendo el riesgo de llegar con exceso de velocidad al muro, que es el último salto. Mariles define su estrategia y entra a la pista. Hay 82 mil personas que retienen el aliento mientras el mexicano saluda militarmente al público y comienza su recorrido. Parece no tener prisa, con ese galope tranquilo que despliega Arete, como flotando sin esfuerzo. Se eleva sobre los obstáculos con gracia, casi con delicadeza. Por eso doña Alicia, la esposa de Mariles, le apoda “el elevador” al caballo, porque se alza como de la nada y libra el obstáculo sin aparente esfuerzo. Entra y sale del número cinco, ese corral con dos saltos que tantos problemas ha dado a otros. Algún aplauso se oye, pero es acallado por el público mismo, que no quiere distraer, ni distraerse. Pasa el oxer sin falta, y después el triple. Queda sólo la traicionera ría y el imponente muro final. Mariles alarga el tranco de su caballo y parece que ha librado la ría, pues no se ve salpicar el agua, pero el Juez de Pista no tarda en alzar una banderita blanca para anunciar que Arete tocó la franja que limita el extremo del obstáculo. Son cuatro puntos malos. Mariles ni se entera. Sigue galopando tranquilo y Arete vuela sobre el imponente muro de ladrillo simulado. Con cuatro faltas ha asegurado el triunfo. Pero a los pocos segundos, una impertinente voz anuncia por el micrófono que el jinete se ha excedido en el tiempo. Le penalizan con 2 ½ puntos más. ¡No importa! ¡Mariles ha ganado el oro para México!
Sin embargo la competencia no ha terminado. Uriza, Wing y d’Orgeix tendrán que desempatar por el segundo y tercer lugares. El recorrido será sobre sólo seis obstáculos y se decidirá por tiempo, en igualdad de faltas. Tanto Wing como d’Orgeix derriban un mismo obstáculo, un “desviador”, donde Sucre de Pomme y Democrat, cometen cuatro faltas. Entre ellos se decide el tercer lugar por tiempo, siendo d’Orgeix el que gana el bronce. Uriza ya ha ganado la plata, pasando “limpio” Hatuey sobre los seis obstáculos.
La felicidad no se detiene allí. Los mexicanos también han ganado la medalla de oro por equipos. El equipo de México tuvo un total de 34 ¼ faltas, seguido por el de España con 56 ½ y el de Gran Bretaña con 67.
Bajo el transparente cielo londinense, el verde, blanco y rojo de la bandera mexicana ondeó en lo más alto y se escucharon las notas del Himno Nacional Mexicano, mientras el presidente del Comité Olímpico Internacional, Sigfried Edstrom, entregaba las medallas a los triunfadores.
Hace 70 años que México se corona como campeón en una hazaña casi imposible.