SAN FRANCISCO, SEPTIEMBRE 17, 2018.- Durante su despliegue desde San Francisco parecía una serpiente marina gigante. Pero es una obra de ingeniería realizada para reducir en un lustro hasta la mitad del enorme vertedero oceánico de plástico llamado Great Pacific Garbage Patch. El proyecto, desarrollado por la fundación holandesa The Ocean Cleanup durante los últimos cinco años, ya está en su fase operativa. La obra consiste en una barrera formada por un tubo flotante de 600 metros de largo, que creará una especie de U para atrapar los residuos gracias al empuje de viento y olas. Un pac-man de los mares, según los mismos responsables del proyecto. El plástico será recogido con barcos y trasladado a la costa para su reciclaje, planean. Pero parte de la comunidad científica levanta dudas sobre la efectividad de la operación, que ha costado más de 20 millones de dólares, y los posibles riesgos para la fauna marina. Las pruebas, que empezaron este sábado antes de desplegar la operación, serán fundamentales para averiguarlo.
Todo empezó en 2013 por iniciativa de Boyan Stan, un holandés que entonces tenía 18 años. Este joven se quedó impactado por la cantidad de residuos que se encontraba cuando iba a bucear y se puso manos a la obra para buscar soluciones al problema, según se desprende en la web de The Ocean Cleanup. Stan quería crear un método viable de concentración y recogida de la basura marina y puso en marcha la organización para desarrollar tecnologías nuevas. Poco más de un año después, ya se habían sumado al proyecto unos cien científicos voluntarios y se recogieron casi 2,2 millones de dólares de financiación con una campaña de crowfunding.
Una nueva tecnología para desmantelar el vertedero de plástico más grande del Pacífico
Los investigadores adheridos a la iniciativa realizaron distintos estudios del área afectada por el vertedero de plástico. Hace pocos meses, los principales resultados de sus observaciones salieron en Scientific Reports. El Great Pacific Garbage Patch ha alcanzado un área de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, según estimaron. Allí se acumulan ya 1,8 billones de residuos de plástico, calcula la fundación. 80.000 toneladas. “Un porcentaje significativo de los plásticos acaban atrapados en remolinos creados por las corrientes oceánicas”, explica The Ocean Cleanup. “Una vez atrapado allí, el plástico se deshace y se convierte en una trampa para la fauna marina, engañada por la apariencia de comida”, agrega.
Para la organización, tratar de recoger toda esa basura con embarcaciones y redes sería demasiado costoso y generaría emisiones impactantes para el medio ambiente y daños a la fauna marina. En opinión de The Ocean Cleanup, es más viable un método de concentración de los residuos “pasivo”, que se mueve al mismo tiempo que las corrientes. Así se explica la idea de utilizar una barrera flotante, llamada System 001: un tubo con una cortina de tres metros de profundidad que permite capturar el plástico y al mismo tiempo deja libre paso a los peces por debajo de ella.
The Ocean Cleanup ya ha puesto en marcha la fase operativa de su proyecto. El tubo fue desplegado con un barco desde el puerto de San Francisco hacia una zona intermedia respecto al Great Pacific Garbage Path, ubicada a 240 millas náuticas de la costa. Allí está programado un periodo de pruebas de dos semanas para averiguar la eficacia del sistema. Si todo saldrá como previsto, la obra ingenierística será trasladada directamente hacia el área del vertedero.
Las dudas de los científicos
Quedan algunas dudas sobre la viabilidad de esta tecnología. Algunos oceanógrafos han manifestado preocupación por la posibilidad de que el sistema pueda dañar a los animales marinos. “En la parte superficial del mar hay todo tipo de organismos”, afirma Jesús Gago del Instituto Español de Oceanografía. “El esquema presentado parece que va arrastrando todo. Puede existir ese riesgo [de que se produzcan daños para la fauna marina]. Con los tests viene la prueba del fuego”, agrega.
Otra de las críticas es sobre la viabilidad económica de este despliegue tecnológico. “La propuesta de Boyan es muy meritoria. Es una persona con iniciativa, y lo que ha hecho es impresionante. Pero el mensaje de que hay que invertir millones para sacar plásticos del medio del océano me deja más escéptico”, afirma Gago. En su opinión, no hay que olvidarse de la importancia de la prevención para evitar el impacto de la contaminación del plástico. Cifras de dinero tan importantes podrían utilizarse “para evitar que el plástico llegue al Océano, en vez que ir a pescarlo en lugares remotos”, según considera.
La fundación explica que los tests servirán para aclarar aquellos aspectos críticos del proyecto sobre los que prototipos y experimentos previos no han podido despejar todas las dudas. Entre ellos, se evaluará la respuesta del sistema a los movimientos provocados por viento y corrientes, la capacidad de concentrar y retener el plástico capturado y la resistencia a elementos disruptivos del océano como las olas y la corrosión provocada por la sal, argumenta. También afirma que distintos organismos, como la Universidad de Miami y la National Oceanic and Atmospheric Administration, han ofrecido asesoramiento para asegurarse de que la barrera flotante no genere impactos negativos para la fauna marina.
Actualmente ya han empezado la pruebas para testar el sistema, según The Ocean Cleanup. El recorrido se puede monitorear en todo momento en la web de la fundación, gracias a un sistema de localización GPS instalado en el tubo. El Great Pacific Garbage Path queda unas 1.000 millas más lejos. Los ingenieros de The Ocean Cleanup tienen previsto que el nuevo sistema de recogida de la basura tardará dos o tres semanas para alcanzar el vertedero tras el periodo de tests.
Las siguientes fases del proyecto prevén que “cada pocos meses” un barco se acerque al basurero y recoja los residuos concentrados. The Ocean Cleanup estudia formas para reciclar todo el plástico recuperado y hacer sostenible económicamente el proceso de limpieza de las aguas con la venta de productos recabados a partir de ese material. Gago cree que esta misión tendrá sus dificultades. “Son materiales afectados por la exposición solar y el agua marina. No tengo bien claro que ese material se pueda usar en una planta de reciclaje de una manera sencilla”, asegura. La fundación prevé desarrollar hasta 60 sistemas parecidos a este para poder extender las operaciones de limpieza también a otros cuatro vertederos oceánicos de plástico.
Con información de EL PAIS