TIJUANA, DICIEMBRE 23, 2019.- Hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y personas de buena voluntad:
Celebramos la Navidad, que significa “Dios con nosotros”. Es la celebración del
nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne mortal. Nació de Santa María Virgen y quiere
renacer en el corazón de cada hombre de buena voluntad. No se trata de un
acontecimiento pasado, sino de un hecho salvífico actual, de la presencia continua y fiel
de Dios en nuestra vida. El Niño Jesús es la expresión viva del amor de Dios en medio de
nosotros.
Imitando a María, modelo de la Iglesia, que concibe gozosa en su seno virginal a Dios
hecho hombre y lo da a luz para la salvación del mundo, acojamos al Niño Dios y
mostrémoslo en nuestra vida a aquellos con quienes convivimos en este tiempo de
Navidad.
Contemplando con fe y asombro la escena del nacimiento, experimentemos al recién
nacido desde tres enfoques.
1º El Niño Dios manifiesta la identidad e intimidad de Dios que es Amor y Misericordia.
Los seres humanos somos fruto del amor y existimos para amar y ser amados. Dios nos
dio la vida a través de nuestros padres, para que vivamos nuestra vocación al amor como
casados, solteros o consagrados y un día retornemos a él que es la fuente del amor. Dios
nunca deja de amarnos y permanece fiel a nuestro lado. Cuando nos arrepentimos, por
no haber vivido su plan de amor y salvación, él nos muestra su perdón y misericordia, que
es el otro rostro de su amor. Reconociendo que Dios nos ama, vivamos nuestra vocación
al amor y su misericordia,solicitando y otorgando el perdón a nuestros hermanos cuantas
veces sea necesario.
MENSAJE DE NAVIDAD 2019
A LA ARQUIDIÓCESIS DE TIJUANA
2º El Niño Jesús expresa ternura y humildad. Es impresionante que el dueño y señor de
todo lo que existe se haya hecho carne de nuestra carne y hueso de nuestro hueso, en
todo semejante a nosotros menos en el pecado y que haya nacido pobre, humilde y entre
pajas. Si Dios se hizo hombre, nuestra condición humana no es cualquier cosa, tenemos
una gran dignidad que hemos de valorar y respetar en nosotros mismos y en las demás
personas. Aprendamos a reconocer el rostro de Jesús en los enfermos, pobres, tristes,
migrantes y en los que son menos útiles a los ojos del mundo. En actitud humilde, nunca
nos consideremos mejores que los demás y tratemos con especial cuidado, respeto y
predilección a losindefensos, infantes, ancianos y personas más vulnerables, pues son los
consentidos de Dios.
3º Dios encarnado en este Niño es la esperanza que necesita la humanidad. En esta
sociedad desgarrada por la violencia, inseguridad, corrupción e injusticias, necesitamos
volver el corazón a Dios y poner en él nuestra esperanza. Necesitamos su ayuda para
resolver los grandes conflictos y retos que enfrenta la humanidad. No queramos vivir sin
Dios, no le saquemos la vuelta ni le juguemos a las escondidas. Sin él, nuestra vida no
tiene ningún sentido, pues de él venimos, en él subsistimos y a él vamos a retornar tarde
o temprano. Solo en Dios podemos encontrar la felicidad que andamos buscando, pero él
nunca se impone a la fuerza sobre nuestra libertad. Ya que no podemos vivir sin
esperanza, tampoco cedamos a derrotismos ni fatalismos, y avivemos en el Niño Dios
nuestra esperanza hacia un mañana mejor.
La Navidad no es, pues, un mero acontecimiento social, ocasión para compras y regalos,
para comer y beber, para relajarnos un poco. Es la manifestación de aquel misterio de
amor que aconteció hace más de dos mil años en Belén y que se actualiza aquí y ahora:
Verdaderamente el Niño Dios renace en nuestra vida si lo acogemos en nuestro interior.
La gozosa vivencia de este tiempo de Navidad, que trasciende al Año Nuevo, nos impulse
en nuestro crecimiento integral como personas, fortalezca la unidad de nuestras familias
y renueve nuestra Arquidiócesis de Tijuana. Abramos de par en par el corazón a Jesús,
Señor y Salvador, y asumamos los valores de su evangelio, sobre todo el amor, la verdad,
la justicia y la solidaridad con los más pobres, para colaborar eficazmente al verdadero
progreso de nuestra patria y a la construcción de la paz que tanto anhelamos.
Mons. Francisco Moreno Barrón
Arzobispo de Tijuana