TIJUANA, ENERO 15, 2018.- Viven en una alcantarilla su ubicación es conocida por 36 de ellos y algunas “ellas” que viven con el grupo. Flacos hasta las costillas, caminan entre la yerba crecida del Río encementado de Tijuana. El sitio apesta a drenaje porque la ciudad ha conectado aguas negras a lo que serviría exclusivamente para canalizar agua de lluvia. Deportados a su suerte por los Estados Unidos  sobreviven en una zona de concreto que mide al menos 23 kilómetros de largo, cien de ancho y desemboca en el Océano Pacífico, la amplia canalización del Río Tijuana.

Con la Colonia de Maras nadie se mete, ni los indigentes del área, ni los adictos duros que ahí consumen heroína, cristal, el llamado foco que los ha perdido para siempre de la razón y la familia.

Sus cuartos de residencia son las amplias cámaras de concreto que tiene el Alamar, cámaras de conducción de agua y espacio de soporte de los puentes que conectan otro Río encementado (mas bien escurrimientos) del Alamar.

Algunas de sus compañeras están enfermas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirido SIDA y son atendidas por instituciones altruistas, su reparación a la sociedad es difícil, casi imposible puesto que también (¿quién no lo hace aquí?) consumen drogas.

Una de ellas, se llama Gregoria, buscó ayuda para atender sus malestares y saber si tenía algún remedio, pero su infección está avanzando de acuerdo con los servicios médicos ofrecidos por voluntarios que pidieron el anonimato.

La persecución que enfrentaron en Los Estados Unidos, tras en endurecimiento de las leyes migratorias impulsó a las Maras a buscar refugio en Tijuana, una ciudad que en el 2017 contabilizó más de mil 700 asesinatos y comenzó este 2018 con el mismo ritmo de ejecuciones (entre grupos criminales que eliminan a vendedores rivales de narco menudeo) Aquí “viven” con su líder apodado El Diablo, un hombre con tanta tina en la piel debido a los tatuajes en todo su cuerpo que no es posible dibujarle al menos uno más.

Frente a un claro repudio social, con un historial que no les permite tener otra realidad mas que la violencia y el crimen; Las Maras en Tijuana viven todos los días luchando contra todo y si es necesario incluso cada uno de ellos contra sí mismo.

fotografía: Cristo Bava