REINO UNIDO, MAYO 16, 2018. Con gusto o disgusto la Corona británica acepta a la plebeya Meghan Markle como la próxima esposa del príncipe Harry, en una boda real a celebrarse este próximo 19 de mayo.
En el comunicado emitido a regañadientes por la Corona se pudo leer : “Su alteza real el príncipe de Gales se complace en anunciar el compromiso del príncipe Harry y la señorita Meghan Markle. La boda tendrá lugar en la primavera de 2018. El resto de los detalles sobre el día de la boda serán anunciados a su debido tiempo”.
La novia, actriz, norteamericana nacida en Los Ángeles, divoricada, mestiza de padre de origen holandés e irlandés y madre afroamericana profesora de yoga, tres años más grande que su real prometido, con una filmografía que registra varias escenas con desnudos y actos eróticos, ha sido criticada hasta el cansancio por la prensa londinense.
Pero eso no le importa al novio, y la reina, muy a su pesar, debe aceptarla.
Por fortuna, la historia de amor de Harry y Meghan fue corta: la mejor manera de tapar lenguas insidiosas y espionaje palaciego.
Se conocieron hace apenas veinte meses, ocultaron la relación con viajes y encuentros relámpago y a escondidas -sobre todo para burlar a la prensa-, y lograron la bendición de la dueña del trono, pues no quiere ver repetido ni un segundo de la triste historia de Carlos y la princesa Diana y mucho menos la tragedia final del túnel de París en donde ésta perdiera la vida.
Harry llevaba una fama de soltero rebelde, libre y a espaldas de la Corona y sus obligaciones. Pero era fan de la serie de televisión Suits, en donde salía su hoy prometida, y no podía dejar de ver a Meghan Markle, la estrella.
Así pues, le pidió a un amigo suño, dueños de una red de clubes privados en Soho House, y amigo de la actriz que los presentara. Eso sucedó en mayo del 2016.
A decir de la pareja, fue amor a primera vista. Pero ese amor permaneció oculto hasta octubre., cuando un periodista notó un pequeño detalle: los dos lucían el mismo modelo de pulsera, una versión aristocrática del compromiso de amor entre cualquier noviazgo de barrio.
Los servicios de Inteligencia del Palacio no perdieron tiempo y llevaron un informe a la reina: “Nacida en Los Ángeles, mestiza, divorciada…” etc.
En diciembre de 2016 ya se les pudo ver tomados de la mano en público, comprando un árbol de Navidad.
En marzo de 2017 la pareja se presenta en la boda de uno de los amigos de Harry en Jamaica, en donde se instalan en una acogedora y lujosa cabaña del exclusivo Round Hill Resort. La prensa no puede más, y continúa con sus ataques contra la mestiza, la divorciada…
Pero luego de verse ya completamente enamorado y en los brazos de su próxima princesa, salió un comunicado de prensa: “El príncipe Harry está preocupado por la seguridad de la señorita Markle, y decepcionado por no haber sido capaz de protegerla. No es justo que en los pocos meses que llevan saliendo, Markle sea objeto de este boom mediático. Él sabe que habrá gente que diga ‘es el precio que ella debe pagar’, y ‘todo es parte del juego’. Pero Harry no está para nada de acuerdo. Esto no es un juevo, es su vida y la de ella”.
Así pues, la pareja se casará este próximo fin de semana en la Capilla de San Jorge. Meghan vestirá un imponente diseño de autor nacional. Y en su dedo anular habrá un anillo que Harry compró en su último viaje a Botswana. Tiene un gran diamante, y le hizo agrgar dos, uno a cada lado, que fueron de un broche de su madre, Lady Di.