VALENCIA, ESPAÑA, NOVIEMBRE 16, 2020.- No lo esperaba. Ni sabía quién podría estar llamando esta tarde a su casa en el campo, entre los naranjos de la población valenciana de Oliva, donde vive retirado. Cuando Francisco Brines, de 88 años, se ha percatado de que era el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, para anunciarle que había ganado el premio Cervantes, lo primero que ha hecho el poeta ha sido pensar en su madre. “He pensado que mi madre estaría muy contenta, le habría dado mucha alegría, porque alguna vez pensó que yo iba por donde quería; creía que no iba por el mejor camino y al final ha resultado que ha sido el mejor“.
Habla el poeta por teléfono, con un hilo de voz, con dificultad, pero sin perder el humor, ayudado por Àngels Gregori, la directora de la Fundación Brines. “No me lo esperaba. Esto es como encontrar una aguja en un pajar. Igual que yo lo merezco, lo merecen otros. Por lo tanto, si te toca a ti es una suerte que te hayan puesto la mano en el hombro. Estoy muy contento también por todos los que han ganado el premio Cervantes anteriormente”, comenta a EL PAÍS desde su casa de Elca, el nombre de una partida rural de Oliva y el de su casa familiar, donde transcurrió su infancia y donde volvió en su vejez, convertida ya en fecundo territorio literario.
El escritor ha sido el vencedor de la 46ª edición del premio Miguel de Cervantes, el galardón más prestigioso de las letras castellanas, dotado con 125.000 euros. Su nombre ha sonado año tras año en las quinielas. No en vano, se trata de uno de los más importantes creadores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, el último representante de la prodigiosa generación de los 50, de los niños de la posguerra española, que alumbró poetas como Jaime Gil de Biedma, J. M. Caballero Bonald, Carlos Barral, José Ángel Valente o Claudio Rodríguez.
Para esos poetas amigos también ha tenido palabras de recuerdo Brines, muy delicado de salud, pero con la cabeza lúcida: “Hay gente que lo ha ganado y que he querido mucho, como Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño o Claudio Rodríguez y otros grandes amigos. He tenido las orejas abiertas siempre y el abrazo también y yo he hecho los mejores amigos dentro de la poesía. Por lo tanto, estoy muy agradecido a la poesía, porque me ha hecho decir lo que nunca hubiera dicho, porque mi poesía ha salido por donde ha querido ella, y yo, diciéndole que sí, dejándome llevar”.
El autor de El otoño de las rosas, también miembro de la RAE, ya ganó el Premio Nacional de Literatura en 1986. La última costa (Tusquets), Las brasas (La Palma), Yo descanso en la luz (Visor), Para quemar la noche (Universidad de Salamanca), Jardín nublado (Pre-Textos) o Entre dos nadas (Renacimiento) son otras de sus obras más destacadas.
“Yo diría que creo que soy un poeta de verdad, quiero decir, y esto es importante para mí, que la poesía nace de dentro de mí. Es como una gracia que viene del cielo sin esperar nada. Miramos arriba, pero también tenemos que mirar abajo, porque la tierra es cielo, y entre los dos está el aire, y ahí es donde estamos todos”, apunta Brines, mientras se escucha un teléfono que no deja de sonar. “Tendrás que ir a Madrid a recibir el premio”, le comenta su amiga Àngels. “Bueno, bueno, aunque en Elca se está muy bien”, dice.
El jurado ha otorgado el premio a Brines por “su obra poética que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad. Es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital”. “Francisco Brines es uno de los maestros de la poesía española actual y su magisterio es reconocido por todas las generaciones que le suceden”, añade el veredicto.
Carlos Marzal, Premio Nacional de Poesía, es uno de esos discípulos y amigos más jóvenes de los que siempre se ha rodeado Brines por su generosidad la hora de compartir conocimientos y experiencias personales en largas veladas poéticas festivas que han quedado en el recuerdo. Cuando Marzal contesta al teléfono, parece que lo ha ganado él por la emoción que transmite: “Un premio merecidísimo. Es uno de los tres poetas más grandes del español, un maestro de una generación maravillosa, a la altura de cualquiera de las generaciones del 98 y del 27; un poeta muy completo para los que somos fans y devotos de él, un poeta de la naturaleza mediterránea, cantor del placer físico, de los momentos de la intensidad de la vida, y también un poeta reflexivo, metafísico, con una veta meditativa muy importante sobre el paso del tiempo”.
“Lo importante es la poesía, sea como sea”, afirmaba Brines en un acto en Valencia el pasado 19 de diciembre. Entre sus principales referentes figuran Luis Cernuda y Juan Ramón Jiménez. En el mismo encuentro, el autor valenciano definió la poesía como un “don maravilloso” y aseguró que en la actualidad ve “poesía buena, muy buena, corriente y también poesía interesante”, pero considera que “no deja de ser extraordinaria la necesidad de escribir poesía, excelente o mediocre” para transformar la vida en palabras. “Amar y ser amado es lo máximo que podemos desear y, si lo has vivido, da gracias a Dios”, manifestó también en aquella ocasión el galardonado.
El Cervantes representa “el máximo reconocimiento a la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos cuya obra haya contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española”, recoge la web del Ministerio de Cultura y Deporte. Se entrega en un acto, presidido por los Reyes de España, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, cada 23 de abril, Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, y fecha además en la que se conmemora la muerte de Miguel de Cervantes. El año pasado el premio recayó en el poeta Joan Margarit, el primer autor en recibir el reconocimiento con una obra plenamente bilingüe en catalán y castellano, y también el primero que vio cómo era pospuesta la ceremonia de entrega del galardón por la pandemia. En 2018, se hizo con el Cervantes la escritora uruguaya Ida Vitale.
Roto el equilibrio
El galardón se concede desde 1976, cuando Jorge Guillén, una de las máximas figuras de la Generación del 27, fue el primer autor en recibirlo. En 1979, ganaron ex aequo el español Gerardo Diego y el argentino Jorge Luis Borges: hasta la fecha supone la única ocasión en la que ha habido dos premiados, de ahí que la de este lunes sea la 45ª edición, pero asigne el 46º galardón. La entrega del premio este año a Brines rompe el tradicional equilibrio entre ambos lados del océano: ahora hay 24 ganadores españoles y 22 procedentes de América Latina.
“Puede ser propuesto cualquier escritor cuya obra literaria esté escrita, totalmente o en su parte esencial, en esta lengua. Pueden presentar candidatos las Academias de la Lengua Española; los autores premiados en anteriores convocatorias; las instituciones que, por su naturaleza, fines o contenidos, estén vinculadas a la literatura en lengua castellana, y los miembros del jurado”, aclara la web de Cultura.
Información de EL PAIS