TIJUANA, SEPTIEMBRE 12, 2020/Arquitecta Rosa María Ferezy Puentes.- Imagino a la ciudad como un organismo vivo, en constante transformación, al mismo tiempo imagino que cada habitante en ella lleva en su interior la esencia de esta frontera. Imagino que existe una relación desmesurada entre la población y la ciudad, tanto que las acciones y movimientos de cada habitante son similares a los comportamientos y movimientos de esta metrópoli.
Al imaginar esta hipótesis me cuestiono:
¿La ciudad nos instruye?
¿Qué nos trata de comunicar?
¿Hacia dónde nos está dirigiendo?
¿Es decisión de la ciudadanía o existen factores que manipulan el rumbo?
El cuestionamiento es la lámpara que ilumina lo que nos trata de ocultar el sistema!
Cuando camino por el centro de la ciudad de Tijuana observo grandes contrastes que habitan en un mismo espacio geográfico, me habla de la multiculturalidad que vive la ciudad, el deseo de crear una ideología materializada en conjunto con otras perspectivas y visiones del planeta.
Existe un deseo de crecimiento, cada deseo con fines diversos…
Observo al Centro y Sur de México permeando la cultura del interior, vecindades coloridas, aromas peculiares de gastronomía urbana mexicana, calles con música y apropiación del espacio público como punto de encuentro, artistas urbanos exponiendo destrezas físicas, vendedores ambulantes deseando un buen día a los transeuntes, vida y más vida en las calles.
Valoro la des-aceleración del tiempo al caminar unos minutos en la ciudad de las velocidades, porque me lleva a una escala donde todo se vuelve tangible La Escala Humana.
Al mismo tiempo observo y analizo las edificaciones de escala monumental, actuando como pesticidas contra la cultura del espacio público, desprendiéndose mucho más allá del nivel del suelo, viviendo en un sueño utópico para los que lo observamos con los pies en la tierra, pero un sueño que su objetivo es venderme una idea errónea de la ciudad, re pensar la escala de los edificios es fundamental para contrarrestar la desigualdad.
Estos edificios son la analogía perfecta que nos proyecta el muro fronterizo “un sueño solo alcanzable para un mínimo porcentaje poblacional” lucrando con la vivienda desterrándola de la dignidad y ética del derecho de vivienda.
Imagino necesario regresar a nuestra escala, donde desde el caminar observemos con quietud y claridad el habitar en la ciudad.
Rescatar el espacio público es evolucionar el habitar en una ciudad, donde todas las diferencias caben en un mismo espacio: la calle.
Retomar iniciativas de movilidad y espacios de encuentro en cualquier proyecto es sembrar semillas para una comunidad sana del hoy y del mañana, valoremos lo que nos muestra e instruye la ciudad para analizar las atmósferas y dignificarlas.