MÉXICO, JUNIO 29, 2018.- La escritora y periodista Elena Poniatowska (Paris, 1932) ha decidido abrir las puertas de su casa y de su corazón a los mexicanos en un extraordinario acto de amor y transparencia a su país. La Fundación que lleva su nombre, inaugurada oficialmente hace unas semanas, en una casona, en la colonia Escandón, una de las más populares y céntricas de la capital mexicana, pone a disposición del público más de medio siglo de la vida política, social e intelectual de México, un tesoro de más de 20.000 libros, 10.000 fotografías, 1.500 horas de audio, 200 horas de video y medio millón de hojas (de sus manuscritos y sus inseparables libretas).
Además de difundir su obra, en la Fundación Poniatowska se celebrarán eventos, conferencias y talleres, exposiciones, todas ellas relacionadas con la literatura y el periodismo – sus dos grandes pasiones- y cuenta con dos bibliotecas públicas, un auditorio, una sala de exposiciones y un archivo, aún incompleto, que se irá digitalizando y completando en los próximos meses. Muchas de las piezas siguen en su domicilio de Chimalistac, donde guarda miles, cientos de libros y de apuntes que va tomando en cualquier parte porque, a sus 86 años, la escritora sigue lúcida e incansable, tan periodista como cuando comenzó su carrera allá por 1953, pero también tan olvidadiza y cálida como siempre, recibiendo también como siempre a quien se le presente en su vivienda: admiradores, reporteros, estudiantes…
“La idea de crear la fundación fue de mi hijo Felipe Haro, que me dijo que todos los archivos se iban a otro lado, a Estados Unidos. Le entró una ola nacionalista y es bonito que las cosas se queden en México”, asegura, entre risas, la princesa roja o princesa popular, como algunos la llaman. Las Universidades de Princeton y Stanford se ofrecieron a comprar el archivo, pero al final se ha quedado en la ciudad que vio llegar a Poniatowska en un barco como refugiada en el año 1941.
La fundación reúne para los estudiosos el itinerario intelectual de una de las figuras claves del México moderno, desde su trabajo periodístico a su correspondencia con los intelectuales y artistas más distinguidos del país en los últimos 60 años así como la verdadera y nunca mejor dicho, real, historia, de su aristocrática familia. Pero la institución tiene también como vocación servir de lugar de encuentro para los vecinos de la colonia, ser un espacio de paz para los habitantes del barrio en esta Ciudad de México deteriorada, violenta y herida, que puedan durante un momento, como decía Octavio Paz, “sentarse en una sillita al sol”. Y así es como pudo comprobar este periódico el día que visitó la fundación: puertas abiertas de par en par, remolino de vecinos, turistas y curiosos y buena onda del taquero, de los chinos y de la cantina de al lado.
La obra periodística de Elena Poniatowska es tan importante como su legado literario. Fue la primera mujer que recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1978 y no solo es pionera de las grandes cronistas de esta profesión como Oriana Fallaci sino que anticipa la manera de narrar mediante la exhaustiva recogida de testimonios, con máxima objetividad y turbadora ternura a partes iguales, de la Nobel rusa Svetlana Alexievich. Su libro La noche de Tlatelolco (1971) sigue siendo, ahora que se cumplen 50 años de la masacre de los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas bajo la presidencia de Díaz Ordaz, un relato imprescindible para entender aquellos hechos. Otra obra, Tinísima (1992) cuenta no solo la historia de la fotógrafa italiana Tina Modotti, sino que es vital para reconstruir los avatares del Partido Comunista mexicano en los años 30 y forma parte de esos libros que como Leonora, dedicado a la pintora Leonora Carrington, retratan sin concesiones a una serie de mujeres, ficticias y reales, tan emblemáticas como marginadas de la literatura mexicana.
Poniatowska forma parte de una generación inolvidable de escritores que incluye a Carlos Fuentes, Juan García Ponce y Héctor Azar, con los que coincidió en el Centro Mexicano de Escritores, bajo la batuta de Juan Rulfo, a quien le unió una gran amistad, igual que con su inseparable Carlos Monsiváis, a quien conoció cuando ambos colaboraban para el suplemento México en la cultura. Monsiváis, junto a José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, fallecido hace unos meses, fueron sus tres grandes cuates.
“El tesoro más valorado del archivo es, a todas luces, el acervo de libros firmados por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, en cuyos libros pegué muchas cartas enviadas desde Inglaterra; libros de Rosario Castellanos, Susan Sontag, María Luisa Puga, Rosa Beltrán, Elvira Lindo, Rosa Montero, Clara Janés, Elena Garro y muchas más”, dice la escritora que recibió en 2013 el Premio Cervantes, la más alta distinción de las letras castellanas.
Elena Poniatowska tampoco ha cambiado en su compromiso político. Siempre alineada con la izquierda, sobre todo con el favorito en estas presidenciales, Andrés Manuel López Obrador, no desde ahora, sino desde su etapa como jefe de Gobierno de la Ciudad de México hace ya 20 años. Si los pronósticos se cumplen y se produce un cambio en México, ella volverá a ser testigo y quién sabe si cronista de la historia. Una historia de cambio, que empieza por su propia casa, la de todos los mexicanos. “La primera idea de la Fundación es la imagen de un niño de unos cinco años acuclillado con su cuaderno sobre las rodillas haciendo su tarea en un rincón de su casa. ‘No tengo mesa’, explicó su mamá. Por tanto, pensé en un espacio para tareas vigiladas de niños de escasos recursos. En la colonia Escandón abundan las escuelas y las cantinas. A la larga, sería muy padre que la casa se convirtiese en un lugar de encuentro para los vecinos. Quisiera que la Fundación fuera una casa abierta a todos y muy moderna en sus aspiraciones, tanto sociales como culturales, una casa para todos donde quepan todos”.
Con información de EL PAIS