TIJUANA, FEBRERO 26, 2018.- El órgano resonó en la cúpula de la Parroquia del Espíritu Santo mientras se fundían las voces del coro para darle al momento un toque solemne y religioso. Un cirio pascual encendido y flores blancas al pie de un retrato de Don Ramiro, saco oscuro, camisa clara y corbata elegante. Iglesia llena de sus amigos, en el retrato una sonrisa amable que caracterizó al maestro, al empresario, al amigo, al padre, al esposo, al abuelo, al hombre que como dijo su nieta Alejandra “…lo hizo todo a su manera!”
La invitación para acudir a la iglesia rezaba: “con el dolor que nos deja su ausencia, pero con la dicha de haber gozado de su presencia” Una cita del filóso, y uno de los más grandes doctores de la Iglesia: San Agustín:
Nació el primero de marzo de 1940 en su querida Guadalajara y no podría ser en ninguna otra parte del mundo, su orgullo por Jalisco era amor del bueno! Y este lunes 26 de febrero, ahí estaban sus cenizas… frente a sus amigos, pero su persona, su esencia, su sonrisa, estaba cerca; se podía sentir a un lado de cada persona que este día acudimos al templo. Ahí estaba Don Ramiro, su bondad, su profesionalismo, su gran visión nacional, pero sobre todo un sabor a “misión cumplida”. Y eso para los presentes nos llenó de un sentimiento de alegría aunque también de nostalgia.
De pronto, el ministro religioso testificó al afirmar: “en lo personal, estoy seguro que Don Ramiro debe estar en el cielo, de eso estoy seguro!”
Los minutos se esfumaron en la misa y en el ambiente comenzó a flotar una melodía de paz y consuelo, el sacerdote terminó rociando agua bendita a la urna que contenía sus cenizas y luego, bajo un silencio respetuoso, Marco Zúñiga ofeció un mensaje que resume la gran obra de su padre, un empresario, forjador de la Industria Maquiladora; pilar del Sector Gasolinero en la frontera de México; padre cariñoso y amoroso abuelo:
“Tengo una petición para todos los presentes, les pido que lo recuerden con los mejores momentos que hayan vivido con él”, puntualizó al llamarlo de todas las formas en que lo conocimos: “Don Ramiro, Rami, Jefe, Viejo, papá, tatita”.
Y yo agregaría: SEÑORÓN!
Y con estas palabras cada quien entendimos y recordamos igualmente: su liderazgo, su sentido del humor, su tenacidad para ser perseverante, su profundo amor para su familia, su sentido solidario y su gran calidad moral y humana.
Gloria, su hija, lo definió como “la Roca en la que nos apoyábamos que incluso al final nos diste el valor necesario para soportar tu partida… Te fuiste papá, pero me queda la satisfacción de decirte siempre todo lo que te amaba”.
Todos escuchamos con un nudo en la garganta, pero nadie se atrevió siquiera a aclarar la garanta o hacer cualquier ruido.
Ese es el silencio que corona un enorme respeto por Ramiro Zúñiga y su familia bien formada en los valores, en la valentía y en la palabra justa.
El turno fue para Alejandra, una de sus amadas nietas:
“El viejo y la Gorda (como cariñosamente Don Ramiro le llamaba a sus padres) ayudaron a formar al hombre más increíble que he conocido y les agradezco infinitamente la labor que hicieron”.
“Gracias a las alas del destino y a un empujón de Dios y de sus amigos entró a la industria maquiladora, donde su vida cambió por completo pero su trabajo tenía fecha de caducidad ya que Dios tenía otros planes para él… desde 1992 al presente, mi abuelo se dedicó a luchar por el gremio gasolinero y vaya que dejó huella ya que gracias a él y a su gran amigo Don Jaime Bermúdez se pudieron homologar los precios fronterizos de gasolina para que todo ciudadano de la frontera a lo largo del norte de México no pagaran un precio desigual al del vecino país”, puntualizó con firmeza y orgullo.
Y luego continuó:
“Pero creo que el logro más grande de mi abuelo, fue algo que probablemente nunca se esperó: la trascendencia de su vida, hoy nos reunimos para celebrar la vida de un gran hombre!… Estoy segura que mi abuelo está viéndonos en este momento reunidos en su nombre y está sonriendo y está orgulloso… Tatita: no hay palabras para expresarte el cariño y el agradecimiento que te tengo fuiste la mayor luz en mi vida!”
En ese momento, quien esto escribe comprendió que a Don Ramiro no solo lo quisimos porque nos quería; que fue bondadoso porque su vida estaba llena de bondad y tal vez así, no solo se ganó el cielo sino también el gran privilegio de poder volver a reunirse con su amado hijo Ramiro.
La joven Alejandra terminó así su mensaje:
“Gracias por enseñarle a cada uno de tus nietos el valor de la perseverancia, de la solidaridad y más que nada a perseguir nuestros sueños… Es un orgullo llevar tu apellido… Descance en paz mi tatis, te mando un beso hasta el cielo”…
“LO HICISTE TODO A TU MANERA… Y QUE BIEN TE SALIÓ…!”
El coro de la iglesia comenzó a interpretar la pieza instrumental “A mi manera”.
Este reporte está dedicado con mucho cariño a sus hijos, nietos, amigos, pero en especial a Doña Gloria, la mujer que Don Ramiro amó con todo su corazón en tanto que ella demostró cómo se ama a un esposo mientras se construye una gran familia.