ACATLÁN DE OSORIO, PUEBLA, DICIEMBRE 29, 2020.- “Sigue robando niños p…!” gritó un hombre armado con un bote de gasolina, al momento de aventar el líquido contra los cuerpos de Alberto Flores Morales de 53 años de edad y su sobrino Ricardo Flores Rodríguez de 21, quienes ya ardían en llamas, tirados al pie de la Comandancia de Policía, en medio de una muchedumbre enardecida contra los injustamente acusados de “roba chicos”.
Eran las 15:30 horas de un soleado miércoles 29 de agosto en la comunidad poblana denominada La Perla de la Mixteca, un alta voz interrumpió la monotonía, justo cuando Doña Agustina, una mujer que pasó por la escuela vio al tío y al sobrino tomando cerca del centro educativo (donde dicen, se han robado niños) y los dio por roba-chicos. El altavoz convocaba al pueblo entero para castigar a los supuestos “roba-chicos:
Antes de que se fueran a la casa de la abuela, donde tío y sobrino construirían una pequeña barda, la mujer llamó a la policía para denunciarlos y acusarlos de ser ellos quienes estaban al acecho para “robarse a los niños del colegio”; mientras, recolectó dinero para rentar un aparato de perifoneo y alertar al pueblo sobre la ubicación de los “delincuentes”.
Más tardó la policía en detener a los tomadores que descansaban después de cargar el material para la barda, reclinados en el asiento de la camioneta pick up, propiedad de Alberto Flores Morales que Doña Agustina en reunir al pueblo entero para “hacer justicia”. Cabe mencionar que otro vecino, tocó las campanas de la iglesia para congregar a los mixtecos y enfilarse a los separos donde sabían que los “roba-chicos” estaban detenidos.
Lo que pasó después no tiene nombre. Sacaron a golpes a los detenidos (arrestados en realidad, sólo por estar tomando bebidas embriagantes en la vía pública) y los aventaron a patadas, palos y puñetazos por las escaleras para que terminaran en el piso de concreto y ahí les arrojaron gasolina para pretender quemarlos vivos.
El cuerpo del joven se enjutó casi al contacto con las llamas que debido a las altas temperaturas le quemó las piernas, los brazos y, aún así, entumido, el muchacho pretendía mover unas manos reducidas a carne quemada que ya no le respondían, pero seguía respirando, ya sin poder quejarse.
De manera inusitada el fuego consumió toda la gasolina que les habían aventado en tanto en ese preciso momento entre el humo de la piel quemada, y la sorpresa de todos, el tío se incorporó, se quedó sentado, por unos instantes la gente aplaudió de manera inaudita y luego con una cubeta le echaron una vez más gasolina que lo envolvió en llamas. Entonces otro hombre gritó:
“Nadie nos va a quitar nuestros niños, hijos de su p… madre”
Una mujer gritó: “justicia!” Como si el asesinato multitudinario fuera lo que redime a todo un pueblo.
Las llamas sobre el cuerpo de Alberto comenzaron a apagarse y, acto seguido comenzó a caer, lentamente sobre su costado. Su sobrino permanecía vivo, tumbado, con los brazos abiertos y las piernas contraídas, a él le arrojarían más gasolina, más fuego en su cuerpo que logró, por contracciones, voltearse hacia el costado donde estaba su tío. Luego les sobre vino la muerte… y los pobladores comenzaron a gritar una serie de ofensas inentendibles. 29 fueron arrestados, implicados en este brutal asesinato.
Ayer, derivado de las pruebas aportadas, la Fiscalía General del Estado de Puebla detuvo varios de los presentes en esa brutal turba que sin piedad asesinaron a dos inocentes azuzados por una mujer Agustina que a través de un perifoneo reunió al pueblo entero para que los lincharan.
La fiscalía informó que obtuvo sentencia condenatoria contra la señora Agustina, al encontrarla responsable del delito de homicidio calificado cometido en agravio de dos hombres, por azuzar al pueblo para linchar al joven que viajó al pueblo para pasar sus vacaciones y el tío de oficio albañil.
En audiencia, el Agente del Ministerio Público acreditó la participación de la sentenciada en los hechos ocurridos el 29 de agosto de 2018 en la localidad de San Vicente Boquerón perteneciente al municipio de Acatlán de Osorio, donde un hombre y su sobrino fueron privados de la vida por un grupo de personas.
Mediante análisis de información y el desahogo de numerosas diligencias, la Fiscalía de Puebla constató que Agustina recolectó dinero para pagar un servicio de perifoneo que incitaba a la población a ocasionar la muerte de las víctimas que eran señaladas de cometer un delito.
Tras dar seguimiento al proceso jurídico, la Fiscalía de Investigación Regional, logró que el Tribunal de Enjuiciamiento Unitario dictara una sentencia de 22 años de prisión contra Agustina quien además fue condenada a pagar la reparación del daño material y moral por el delito de homicidio calificado.
Lo ocurrido en este poblado, por desgracia se ha repetido en otras ocasiones en la región serrana de Puebla, en un acto de profundo salvajismo y violencia colectiva.