RUSIA, JULIO 2, 2018.  Brasil ya está en cuartos de final. México, osada en su propuesta, sigue anclada en los octavos de final. Fue valiente de saque para mirarle a la cara a los pentacampeones, pero fue víctima de ese doble juego del que Tite parece haber dotado a la Canarinha. Primero aguantó las embestidas mexicanas a la europea, con una defensa de los espacios cartesiana. Aceptó que el empuje de los mexicanos le obligaba a replegarse en su campo y esperó a que la asfixiante temperatura les vaciase el depósito.

Para ganar, a Brasil no le hizo falta un Coutinho estelar, ni un Neymar deslumbrante, aunque sí puntual para ganar el partido, que no es poco. Le bastó con algunos de sus detalles y con la velocidad punta de Willian, que se ha sentado definitivamente como el tercer hombre de Tite para el desequilibrio.

Existía la duda antes del Mundial, de si el seleccionador brasileño iba a apostar por un trivote (Fernandinho, Casemiro, Paulinho) o si iba a atreverse con Willian una vez que el diez y el once son intocables. Su apuesta se la ha agradecido Willian con desborde y trabajo.

Transmite este Brasil de Tite la sensación de ser un equipo muy serio y bien organizado atrás. Sobrio y certero para elegir cuando tiene que ensuciarse en el trabajo de zapa y cuando lucirse. Encaja poco, solo un gol, y cuando decide pegar es un martillo pilón por la dinamita que tiene arriba. Cierto es que Gabriel Jesús sigue sin marcar, por también que su figura encaja mucho en esa versión gremial en la que sus demarques y su fijación de los centrales le concede espacios a Neymar, a Coutinho y a la llegada de la segunda línea.

Con una salida ambiciosa, México desafió al calor y se fue a buscar arriba a Brasil. Un atrevido suicido que le dio para mandar en el primer tercio del partido. Le quitó la pelota a Brasil, agarrado en la figura de Márquez como un viejo líbero adelantado por delante de Salcedo y Ayala.

Para la vejez futbolera siempre se dijo que esa posición, ya en desuso, era un buen lugar desde donde seguir gobernado los partidos. Ya sin velocidad, pero con la sabiduría para la colocación en el quite y el temple para el toque fácil.

Apoyado en la superioridad que le daba Márquez, en los apoyos de Herrera y Guardado y en esa presión corajuda, el balón fue suyo. La fervorosa hinchada mexicana, coreaba con olés cada toque. Por momentos, México pareció vestirse de Brasil.

Sucedió que a ese dominio y a ese brutal desgaste no le sacó rédito. Murió casi siempre en el balcón del área brasileña, donde Miranda y Thiago Silva son un muro que igual repele disparos, centros o gana los duelos aéreos. No estuvo fino ni el prometedor Lozano, ni punzante Carlos Vela. Ni uno ni otro han repetido el sensacional partido con el que pusieron el campeonato patas abajo atropellando a Alemania.

Ha ido México de más a menos en el torneo y también se desaceleró en la tórrida Samara. A la que Márquez se fundió, comenzó a emerger Brasil, recluida en su campo hasta cerca de la media hora de juego. Fue Neymar el que dio el primer avisó del despertar brasileño. Rompió dentro del área en medio palmo a Ayala y exigió a Ochoa su primera buena intervención de la tarde.

Que Márquez se había vaciado, lo corroboró que Osorio ya le dejara en la caseta para afrontar el segundo acto con la velocidad de Layún y el abandono de la defensa de tres centrales. Con ese cambio, dispuso el mismo equipo con el que tumbó a los alemanes. Dio la sensación de que el preparador colombiano había diseñado dos partidos dentro uno. Neymar le reventó la idea con una jugada en la que mezcló su velocidad con su imaginación y el oportunismo de un nueve. Agarró la pelota en el costado izquierdo e inició un eslalon paralelo a la frontal del área. Cuando la defensa mexicana esperaba que se perfilara para el disparo se sacó un taconazo a Willian. Este, con un aceleración prodigiosa sentó a su par y centro rasó al segundo palo. Allí emergió Neymar que había continuado la jugada como un cazagoles de toda la vida para aparecer y empujar la pelota. Con la ventaja, Brasil volvió a su riguroso traje europeo. El acoso de México le costó la amarilla a Casemiro, que no podrá jugar los cuartos de final. Un problemón, aunque si Neymar sigue creciendo lo será menos. Suya fue otra carrera vertical para que Firmino cerrara a placer otra victoria con esas dos barajas con las que juega Tite.

Con información de El País