CDMX, JULIO 27, 2021. La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) considera que la inflación que nos azota, la cual encuentra su razón de ser en factores endógenos como el alto costo de gasolinas, diésel, gas y energía eléctrica, sumado a la sequía prolongada que daña al 80% del territorio, aderezada por las heladas de inicio de año, son causas que hicieron que miles de hectáreas se dejaran de cultivar.

 

Los índices elevados de inseguridad que privan en un tercio de los municipios del país arman el coctel que provoca la escalada inflacionaria que soportan las amas de casa sobre sus espaldas. No hay comparación entre la inflación que viven los Estados Unidos por exceso de demanda y la que vivimos los mexicanos por una escasa oferta que obedece a una débil demanda.

“A contrapelo resulta el retiro del subsidio a las gasolinas contra la intención del gobierno de vender gas LP más barato; se encarece la movilidad, en tanto se busca apoyar el consumo doméstico de gas; esto a todas luces resulta un contrasentido. Se requiere una estrategia de largo plazo que brinde certidumbre energética al menor costo posible. Altura de miras y no medidas coyunturales de corta duración”, comenta Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.

El cierre fronterizo de viajes terrestres no esenciales, impuesto por los EU se ha prolongado por más de año y medio, afectando económicamente a ambos lados de la frontera; más del 20% del comercio fronterizo se genera por las compras de los mexicanos; sin embargo, prevalece el temor de que al abrir la frontera se dispare el Covid.

Los norteamericanos se han propuesto reactivar su economía en este año. Para ello aceleraron el proceso de vacunación, logrando vacunar a más del 60% de su población con ambas dosis; el 40% faltante se resiste, no quiere vacunarse. Esta situación fortalece la decisión de no abrir la frontera. El cierre fronterizo es un obstáculo más para la reactivación.

Otro flagelo que desestabiliza la reactivación económica es la 3ª ola Covid que ha regresado a estado de alerta prácticamente a todo el territorio nacional, incrementando a cada momento el número de contagios, cuya cifra ronda por los 3 millones y, de manera pertinaz, suma el número de decesos.

Huecos y bofos suenan los argumentos que buscan relativizar el peligro que reviste la 3ª ola Covid, la cual debe ser tomada en cuenta a la hora de retomar nuestras vidas productivas. Algunas voces insisten: “la tercera ola contagia, pero no mata, no provocará que cerremos la economía; la vacuna nos salvará de este nuevo rebrote”. Afirmaciones vanas que riñen con la realidad. Una sociedad con miedo no es productiva; enferma mucho menos y muerta sobra decir.

“Buscamos rehacer nuestras vidas en tiempos de pandemia, no existe el suicidio social, queremos reactivarnos para seguir viviendo y tenemos derecho a buscar hacerlo con el menor riesgo posible y no morir en el intento. Una reactivación con prevención, una sociedad organizada de otras maneras, gobiernos coadyuvantes de esa reorganización social que se exige para poder reactivarnos en tiempos de pandemia. Simple y sencillo, de esto trata esta parte de nuestra historia”, declaró Rivera.

En cuanto al regreso a clases en agosto, debemos tener en cuenta que el Covid provocó la deserción de cerca de 5 millones de estudiantes de los 33 millones inscritos en 2020. Saber que en México hay 230 mil escuelas públicas de educación básica:  27% no tiene agua; 17% no tiene drenaje ni sanitarios; 30% carece de luz, por corte o robo de cableado; 78% no tiene internet; 90% no tiene internet en los salones de clases. Solo 51 mil escuelas, una 6ª parte, han sido beneficiadas en alguna forma por el programa “La Escuela es Nuestra”.

La pandemia provocó el total abandono de las escuelas, muchas fueron desvalijadas y saqueadas, no se aprovechó la ausencia escolar para rehabilitarlas y cuidarlas. Volver a clases exige un programa nacional de rehabilitación y mantenimiento de los planteles, con techo presupuestal similar o mayor al que se le asigna al rubro de seguridad. Nuestros planteles escolares son un monumento de la resiliencia que nos es característica; han recibido cariño y apoyo incondicional de las comunidades desde siempre, así como el desdén de las autoridades.

Por desgracia, ahora los padres de familia no tienen recursos, tiempo ni ánimo para hacerse cargo del mantenimiento y rehabilitación de las escuelas; muchos han perdido su empleo, enfermado, perdido seres queridos y no les alcanza para su manutención; desgraciadamente, no están en condiciones de apoyar a las escuelas como siempre lo han hecho.

El regreso a clases debe ser gradual, voluntario, con presencialidad rotativa para garantizar la sana distancia, uso obligatorio del cubrebocas, lavado constante de manos; son las mínimas garantías sanitarias que obligadamente debemos ofrecer. Los niños y los jóvenes son la población objetivo de este nuevo rebrote de Covid. El regreso a clases no es por decreto sino por esfuerzo.

“Problematizar el regreso a clases para garantizar al máximo la salud de nuestros jóvenes y niños tiene un alto costo, pero lo vale. Clases presenciales seguras, con total prevención, que eviten contagio, hospitalización y muerte en nuestra niñez y juventud es una obligación de Estado. No echemos a la suerte lo más valioso que tenemos, nuestro futuro”, finalizó Rivera.

Inflación y Pandemia flagelan la reactivación, provocan temores justificados por los riesgos impredecibles que conllevan que no permiten una marcha económica firme y sostenida. Este entorno incierto debe ser disipado por nuevas formas de convivencia y socialización.

El corolario de la pandemia es que estamos emplazados a cambiar nuestro estilo de vida para poder continuar juntos. Podremos vivir y convivir si, solo si cambiamos nuestras reglas de convivencia por unas con mayor prevención. El “Quid” de la pandemia del Covid-19 es que no será la última pandemia que azote a la humanidad.