VENECIA, AGOSTO 30, 2018.- Sabían quiénes eran y poco más. Llegaban al rodaje cuando ya todo estaba colocado, sin otra información que la identidad de su personaje. Nada de guion: se filmaba en orden cronológico y cada día las protagonistas descubrían cómo seguía la historia. Justo antes, el director, Alfonso Cuarón, les relataba a grandes rasgos qué pasaría y les daba indicaciones personalizadas. Y, a veces, tramposas. “Me explicaba que Sofía [la actriz Marina de Tavira] soltaría una cierta frase y que yo debería quedar sorprendida. Pero a ella le pedía otra cosa, y entonces decía algo distinto. Hay reacciones en la pantalla que son totalmente reales”, aseguraba Yalitza Aparicio, el sorprendente talento que llegó a un casting desde su remoto pueblo indígena. Su debut es una de las muchísimas razones por las que Roma, retrato íntimo y autobiográfico, en blanco y negro digital, de una familia y de México y sus contrastes, ha sido acogida con una ovación hoy en el festival de Venecia. Aplaudido también otro cineasta inconfundible, el griego Yorgos Lanthimos, con La Favorita, filme de época pero con sello personal. En el certamen quizás más rendido a Hollywood, la autoría está tremendamente viva.
Tras el triunfo de Gravity, que también estrenó La Mostra, en 2013, Cuarón reaparece así por todo lo alto, aunque con una obra radicalmente distinta. Además de siete Oscar, su viaje a las estrellas le regaló el billete de vuelta a casa. “Puto el que va a América”, se gritaban los chicos de Y tu mamá también, el anterior filme mexicano de Cuarón. El director lo hizo, pero regresó con los medios y las certezas para rodar la obra que siempre quiso.
Así, Roma es un viaje literal a su infancia: un hogar de la alta burguesía y dos mujeres solas ante la vida y sus adversidades. La madre, volcada en mantener juntos a sus hijos, y sobre todo la joven sirvienta Cleo, el pilar imprescindible sobre el que se apoya la familia entera. “En la vida real es básicamente igual que el personaje. Y una de las personas que más quiero en mi vida”, dijo el director en Venecia. De fondo, Roma muestra México. El que “respira vida por todos los lados”, como se decía en Y tu mamá también. Y el que aterra y desespera.
Las contradicciones, las fracturas sociales, la música callejera, el caos, los terremotos, el machismo, las protestas estudiantiles, los paramilitares y la masacre del jueves de Corpus en 1971. Roma habla de los setenta, aunque, para el mexicanísimo equipo del filme, no dista tanto del país de hoy. Aparicio, por ejemplo, cree que hay partes de México donde el destino de muchas mujeres sigue siendo el que señala la película: “Acabar solas”. “Todavía está mal visto que una esposa se separe y críe los hijos en solitario”, explicó la intérprete a un grupo de periodistas.
“Había tres puntos de partida de este proyecto. Cleo, la memoria y el blanco y negro”, defendió Cuarón. “Como director, te tienes que acercar sin juicio a los personajes, entender sus motivaciones. En este caso, ha sido más difícil, al ser una historia personal”, agregó. Fue también su rodaje más largo (105 días), un proyecto que durante años iba y venía. Mientras, se subió al carro Netflix, que distribuirá en diciembre la película. Por más que la plataforma dé la prioridad al estreno online, Roma llegará también a las salas. Ya la habrá visto, en cambio, Guillermo del Toro, presidente del jurado de Venecia y amigo de Cuarón. Cumpla o no su promesa de no hacer favoritismos, Roma es una candidata firme al León de Oro.
Una sátira despiadada
Yorgos Lanthimos también aspira a un premio. Aunque solo sea por no arruinar el currículo: todos sus últimos filmes, desde Canino en 2009, han salido galardonados allá donde se estrenaron. Aunque La Favorita lleva su filmografía por senderos nuevos: por primera vez el guion no está escrito por Lanthimos, y además se lanza al cine de época. Aunque su sátira despiadada, sus hallazgos visuales y los destellos que le han ganado la etiqueta de visionario –o loco, según algunos- no han desaparecido con el salto al siglo XVIII.
La Favorita se centra en la competición entre dos mujeres (Emma Stone y Rachel Weisz) por la atención de una tercera, más poderosa: la reina Ana de Bretaña (Olivia Colman, que en The Crown interpreta a otra soberana inglesa, Isabel II). “Quería dar una pequeña contribución para mostrar lo complejas y terribles que pueden ser las mujeres. Y retratarlas como seres humanos, no criadas, amas de casa u objetos de deseo”, afirmó Lanthimos en la rueda de prensa. Sus tres intérpretes contribuyen con creces a la misión, insuflando a sus personajes rabia, inseguridad, crueldad, humor y cierta dosis de surrealismo.
Si a la corte de Ana, la locura es pan de cada día, en The Mountain tiene bastante menos gracia. El cineasta Rick Alverson narra con lentitud y crudeza los intentos de curar a los enfermos mentales a base de descargas en los EE UU de los cincuenta. El filme avanza impasible, procurando anular las emociones como ocurriría en la mente de los electrocutados. El problema es que la lobotomía, además, se contagia al público.
Con información de EL PAIS